Fragmentos diminutos,
del color del café quemado por el sol,
encerrados en una cápsula de vidrio con silueta de mujer.
Pequeños granos que se suicidan desde lo alto,
cayendo sobre el cadáver del anterior para luego revivir.
Fragmentos que se lanzan a un vacío,
con muerte segura,
para alargarle la vida a las horas,
para extender mi agonía unos momentos más.
Fragmentos diminutos,
que se las ingenian para pasar por la pequeña cintura,
para visitar su lecho de muerte, su cementerio,
que luego pasará a ser su cielo.
Fragmentos sin vida
que habitan un mundo sin pies ni cabeza,
un mundo en el cual mueren y reviven,
siempre y cuando ese mundo no pare de girar.
...
una manera diferente de leer un texto aburrido...
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