miércoles, 29 de julio de 2009

La muerte...


Se levantó, como en cualquier amanecer, pero este era distinto. Al abrir los ojos encontró pura oscuridad, las paredes la apretaban, se asfixiaba con su aliento, sentía su propio eco a tan solo centímetros de su rostro, sus manos estaban sobre el pecho, se encontraba inmóvil. Tenia consigo todas sus alhajas aunque no recordaba habérselas puesto, estaba peinada aunque no tenia peine a su alcance, estaba maquillada sin tener un labial, estaba vestida de negro sin haber ido a un funeral. El miedo se reflejaba en sus ojos, aunque por la oscuridad no se veían, el techo pesaba como para elevarlo; parecía que la iba a aplastar. Sus gritos eran sonidos sordos, su desesperación la hicieron moverse sin piedad, lloraba sin consolación derramando lágrimas saladas. Escucha pisadas, sobre ella estaban; llantos desgarradores de conocidos, pero aún no sabía lo que pasaba. Tan solo sabía que quería salir de esa cruel prisión de madera con puntillas.
Apoya su cabeza, y siente su respiración agitada por el intento inútil de querer escapar; estaba helada y pálida. En eso escucha voces, era su hermana y su marido, nombrando constantemente un despido en medio del sonido de una misa; pero logra escuchar su nombre y vuelve a gritar, pero nadie responde.
Sin fuerzas ya, vuelve a su posición inicial. Luego de las palabras “que en paz descanse”, suelta un suspiro eterno que la hace cerrar lentamente sus ojos y su última lágrima cae por el costado de su mejilla fría rozando su oreja.
Comienza a sentir que se eleva, liviana como pluma, atravesando el temor diluido en penumbras, y ve la luz del sol, cálida como siempre. A su alrededor reinaba la tristeza, la soledad. Desciende por unos instantes quedando de pie en la tierra removida. Voltea su mirar y sus ojos muestran confusión, niega con la cabeza, lleva sus manos hacia su boca, se arrodilla sin fuerza alguna, descarga su angustia soltando gotas de cristal que mojaban el suelo húmedo. Aturdida, asustada, paralizada, sorprendida, desesperada… lee lo que nunca quiso leer, ve el nombre en la lápida que no pensaba ver, lee dos fechas que nunca quisiera recordar. A un costado su foto acompañaba los datos grabados en el trozo de mármol. Cae desmayada en un profundo sueño del cual no vuelve a despertar y su fiel alma se esfuma como humo en el viento y se pierde como cenizas en el mar.

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miércoles, 29 de julio de 2009

La muerte...

Publicado por it's the same old story en 8:41

Se levantó, como en cualquier amanecer, pero este era distinto. Al abrir los ojos encontró pura oscuridad, las paredes la apretaban, se asfixiaba con su aliento, sentía su propio eco a tan solo centímetros de su rostro, sus manos estaban sobre el pecho, se encontraba inmóvil. Tenia consigo todas sus alhajas aunque no recordaba habérselas puesto, estaba peinada aunque no tenia peine a su alcance, estaba maquillada sin tener un labial, estaba vestida de negro sin haber ido a un funeral. El miedo se reflejaba en sus ojos, aunque por la oscuridad no se veían, el techo pesaba como para elevarlo; parecía que la iba a aplastar. Sus gritos eran sonidos sordos, su desesperación la hicieron moverse sin piedad, lloraba sin consolación derramando lágrimas saladas. Escucha pisadas, sobre ella estaban; llantos desgarradores de conocidos, pero aún no sabía lo que pasaba. Tan solo sabía que quería salir de esa cruel prisión de madera con puntillas.
Apoya su cabeza, y siente su respiración agitada por el intento inútil de querer escapar; estaba helada y pálida. En eso escucha voces, era su hermana y su marido, nombrando constantemente un despido en medio del sonido de una misa; pero logra escuchar su nombre y vuelve a gritar, pero nadie responde.
Sin fuerzas ya, vuelve a su posición inicial. Luego de las palabras “que en paz descanse”, suelta un suspiro eterno que la hace cerrar lentamente sus ojos y su última lágrima cae por el costado de su mejilla fría rozando su oreja.
Comienza a sentir que se eleva, liviana como pluma, atravesando el temor diluido en penumbras, y ve la luz del sol, cálida como siempre. A su alrededor reinaba la tristeza, la soledad. Desciende por unos instantes quedando de pie en la tierra removida. Voltea su mirar y sus ojos muestran confusión, niega con la cabeza, lleva sus manos hacia su boca, se arrodilla sin fuerza alguna, descarga su angustia soltando gotas de cristal que mojaban el suelo húmedo. Aturdida, asustada, paralizada, sorprendida, desesperada… lee lo que nunca quiso leer, ve el nombre en la lápida que no pensaba ver, lee dos fechas que nunca quisiera recordar. A un costado su foto acompañaba los datos grabados en el trozo de mármol. Cae desmayada en un profundo sueño del cual no vuelve a despertar y su fiel alma se esfuma como humo en el viento y se pierde como cenizas en el mar.

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